Praza Santuario, 20 15140 Arteixo (La Coruña)
Pardo Bazán replicó la opción más popular de la leyenda de Pastoriza
pastoriza

La devoción religiosa a la Virgen de Pastoriza es una de las más arraigadas en el área coruñesa. Emilia Pardo Bazán lo reflejó así en La leyenda de la Pastoriza, pero su relación con el santuario de Arteixo fue más allá, ya que su obra vino a respaldar la inauguración de la imagen pétrea el 4 de septiembre de 1887. Fue sufragada por Álvaro de Torres Taboada «mi amigo de la niñez, en quien se unen las prendas de artista, rico y generoso, discurrió que el complemento de tan romántico sitio y tan extenso y grandioso panorama, sería una estatua de la Virgen labrada en piedra, imitando en lo posible el candor y la rigidez de las efigies bizantinas, y colocada allí sin más pabellón y dosel que la bóveda soberana de lápiz lazuli que veíamos dilatarse en majestad infinita, ni más cirios y candelabros que los pinos, salvajes arpas de la montaña, como dice nuestro poeta Eduardo Pondal», recoge la autora sobre el promotor de la imagen que se venera en el exterior del santuario.

En su texto la escritora explica que la Virgen estuvo escondida entre las rocas del monte del castro, para liberarla de la profanación de los musulmanes, cuando en 997, Almanzor entró en Galicia y explica que «la niña inocente y medio salvaje a quien, según dice la escritura del siglo XVII, se apareció una estrella como la Cuna de la Virgen, impulsándola a señalar el prodigio a los habitantes de la comarca, para que alzasen la losa y encontrasen allí intacta la antigua imagen de Rechiario». En una investigación realizada por el párroco de Morás, Manuel Blanco Rey, se llega a la conclusión que la escritora opta por la opción más popular, aunque le parezca débil «fundamentar el origen del santuario, en el año 453, en tiempos del rey Rechiario y, deducir de esto, que la Hermita de Pastoriza sería el primer santuario del occidente de la península, que rindiese culto a la Virgen María. esta teoría es atractiva y muy hermosa, pero carece de documentos que lo acrediten», afea Blanco Rey, quien puntualiza que «basarse en autores, como los que cita la condesa, es una pura fantasía. Ni el jesuita P. Ramón de la Higuera (1538-1611), ni el venerable cardenal Cesare Baronio (1538-1607) son respetables en antigüedades eclesiásticas». Para Blanco Rey la escritora «da rienda suelta a su imaginación», pero la verdadera historia del santuario comenzaría «con el canónigo-cardenal Jerónimo del Hoyo, en el siglo XVII», quien en sus Memorias del Azobispado de Santiago dice «en esta iglesia de Santa María de Pastoriza hay una imagen de mucha devoción y de muy gran concurso y romagen y ansí es de mucho provecho para el cura y la fábrica. De solo el petitorio se saca cada año más de ducientos reales».

Falta de «rigor teológico»

 La posición de la escritora no evitó que su texto tuviera que pasar la censura en 1887. Su censor, como investigó el párroco de Morás, Manuel Blanco Rey, fue Manuel María Ojea de Castro, magistral de la Colegiata de A Coruña. «No he encontrado en él cosa alguna que se oponga al dogma católico y sana moral, por lo cual, en mi humilde entender, puede V.E.I. permiten su publicación», responde al arzobispo de Santiago. Sin embargo, Blanco Rey puntualiza que el capellán transcribe dos párrafos en los que encuentra «algún tufillo, permítame V.E., la expresión, de naturalismo filosófico, porque parece que en ellos se prescinde bastante el orden sobrenatural, de la verdad revelada». «Cuando un sentimiento, se impone lo mismo al refinado habitante de las grandes capitales que al humilde pescador de la brava y solitaria casta, es que ese sentimiento está fundado en necesidades y exigencias generales del corazón humano, fuertes, poderosas, dignas de respeto. El Santuario, el camarín, el altar que guarda la imagen milagrosa, encierra también la esperanza y el consuelo de miles de almas, el rayo de la luz que las alumbra para que no estén del todo oscurecidas y tristes en este valle» y cuando hablando de la Virgen recoge «la Iglesia católica que reconoce y respeta los sentimientos naturales, siempre dio vado a estas preferencias y carros, porque así los sentidos auxilian a la fe y el corazón descansa en lo que ama y conoce» son los párrafos que el canónigo señala como cuestionables al entender que «están muy poco barnizados con el tinte del orden sobrenatural y por eso he dicho, Excmo. Sr., que tenían cierto tufillo de naturalismo filosófico».

«No es más que pura historia del Santuario de Pastoriza, adornada con rasgos de erudición y entrelazada con hermosas flores poéticas»

Pese a ello, insiste, en que La leyenda de la Pastoriza «nada contenía contrario a la fe y la moral», pero no duda en transcribir más partes del texto, «comprendemos que las imágenes de la Virgen no son para nosotros ojitos de devoción tan solamente, sino que hacen el oficio que para Francia la columna fundida con bronce de los cañones ganados en cien batallas» que tilda de «comparación algo profana y poco respetuosa a la Madre de Dios» o considerar la descripción que hace de la ruta falta de «rigor teológico, adecuada a la discreción de que se trata». Sin embargo, reconoce que «lo restante de la Leyenda, Excm Sr., no es más que pura historia del Santuario de Pastoriza, adornada con rasgos de erudición y entrelazada con hermosas flores poéticas».

Blanco Rey recoge en su investigación cartas inéditas entre Pardo Bazán y el párroco de Pastoriza Víctor Cortiella Somoza, que localizó en el fondo parroquial de Nuestra Señora de Pastoriza y en el que expresa su deseo que la «obrita o folleto», como los denomina, pueda estar impresa en septiembre.

También recoge en su investigación un artículo en prensa en el que Pardo Bazán explica que el cura propuso publicar la leyenda a beneficio del santuario y «me encontré investida con el título de cronista de la Virgen montañesa – La Virgen de los reyes Suevos»

«No puede rebatirse la catolicidad de esta gran mujer»

Para el párroco de Morás el catolicismo de la escritora, cuestionado en la revisión de su legado en la conmemoración del centenario de su muerte, no está justificado. «No puede rebatirse la catolicidad de esta gran mujer», remarca y cita para ello que fue felicitada por el arzobispo de Santiago por su obra San Francisco de Asís, de 1882; que un año más tarde va a Roma para solicitar la venia papal para su obra La cuestión palpitante. Así como que el papa Benedicto XV le concedió la Cruz Pro Ecclesia et Pontífice y que ella misma, en 1916, solicitó y obtuvo de la Santa Sede el título de segunda condesa pontificia, tras renunciar al título de condesa por su hijo.

«Ella murió pontificia», remarca Blanco Rey, que entiende que su fe es algo sobre lo que no se puede discutir y estima que intentar preservar con su obra para conservar la tradición de Pastoriza así lo corrobora.

D. Vázquez | La Voz de Galicia

Foto: MARCOS MÍGUEZ